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LA Wehrmacht frenada a las puertas de Moscú

A pesar de sus espectaculares victorias, el plazo de diez semanas que la Wehrmacht se ha dado para doblegar al Ejército Rojo y conquistar la URSS ha sido rebasado. Llega el temido otoño y aún queda por alcanzar la capital soviética. Con retraso, los «panzer» alemanes se aprestan a lanzar la última ofensiva: objetivo, Moscú



El Grupo de Ejércitos Centro se había detenido momentáneamente a principios de agosto, tras la victoria en Smolensko, en forzada espera de que la infantería que sigue a las fuerzas móviles vaya aniquilando lasbolsas de resistencia y pueda seguir el paso de los blindados.
Hitler decide entonces separar a estas inactivas tropas panzer del Grupo de Ejércitos Centro con vistas a apoyar la ofensiva hacia Leningrado en el Norte y los ataques sobre Kiev en el Sur. A finales de septiembre, Leningrado, aunque no ha sido tomada, se encuentra cercada, y la batalla de Kiev, con la creación de una nueva y monstruosa bolsa de unidades soviéticas aisladas, ha concluido con otra victoria y la ocupación de la ciudad
La sensación entre los jefes del ejército alemán es de que, a pesar de las dificultades logísticas y de aprovisionamiento, la guerra está prácticamente ganada. La conquista de Moscú tendrá un efecto tal que quebrará la voluntad de lucha del pueblo ruso y del ejército soviético, que se supone debe estar destrozado tras las ingentes pérdidas humanas y de material.

Operación Tifón

Reintegradas las unidades panzer al Grupo de Ejércitos Centro, el 2 de octubre comienza la Operación Taifun (Tifón). De nuevo las fuerzas alemanas son capaces de derrotar a las tropas soviéticas, ahora en inferioridad numérica tras todos los desastres de los meses anteriores. La ofensiva, supeditada por las condiciones climáticas y sobre todo por un omnipresente barro surgido tras las primeras nevadas, recuerda, a pesar de todo, al victorioso avance del verano. Las puntas de lanza blindadas rompen el frente y producen nuevos embolsamientos de tropas. Borodino, puerta de Moscú, es sobrepasado.
Los refuerzos, llegados a toda prisa desde Siberia y de otras partes de la Unión Soviética, no consiguen frenar la marcha. El 1 de diciembre de 1941, los alemanes están ya en los arrabales de la capital. Una patrulla motorizada germana ha atravesado silenciosamente la última línea defensiva soviética y desde Jimki puede ver las torres del Kremlin… La victoria final está al alcance de la mano.

Fracaso

Pero la Wehrmacht ha sobrepasado sus límites. A las dificultades de la logística se une la falta de reemplazos y el agotamiento de sus tropas tras casi seis meses de continuos avances y combates. Unaclimatología cada día más adversa dificulta la marcha de las operaciones. Todo ello condiciona una descoordinación entre los generales del Grupo de Ejércitos Centro, que se encuentran además con la inesperada obstinación del enemigo de continuar presentando batalla a pesar de haber sufrido derrota tras derrota, y determinan la incapacidad de las fuerzas germanas de conseguir, justo al límite, el objetivo que podría haber significado el final de la batalla. Moscú no ha caído y la URSS sigue resistiendo. Ahora queda por delante un duro invierno y los con-traataques del Ejército Rojo.
Sin embargo el fracaso de Barbarroja no es tanto mérito soviético como culpa de la sucesión de fallos que comete el Alto Mandoalemán en la dirección de la campaña. Barbarroja empieza y se desarrolla sin un objetivo claro o definido, contrastando la improvisación de los planes militares con la exhaustiva planificación de los planes de sometimiento económico y racial de los pueblos de la URSS.
El esfuerzo principal cambia de dirección a razón de los caprichos del Führer y además no se han hecho unas previsiones logísticas adecuadas para un esfuerzo tan monumental como el que supone la invasión de tan vastos territorios y la prolongación de la campaña… El aura de invencibilidad de la Wehrmacht ha pro-ducido una excesiva autoconfianza, que, unida a la supuesta «inferioridad racial» del enemigo, sustituye a la lógica de la planificación militar. Iba a ser suficiente con «golpear la puerta para que todo el podrido edificio se viniese abajo» y, sin embargo, a pesar de su larga sucesión de victorias, el ejército alemán se enfrenta desde ese momento justo a aquello que a toda costa quería evitar: una guerra larga y de desgate.

Las tropas siberianas y la defensa de la capital soviética

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