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Hitler se salvó solo por minutos del atentado de la cervecería.

Sólo el hecho de que a última hora se adelantase el acto de la conmemoración nazi en la «Bürgerbräukeller» impidió que el atentado de Johann George Essler contra el «Führer» tuviera éxito.

Bomberos y fuerzas del orden ante los restos de la cervecería tras el fallido atentado contra Hitler

Aunque de todos los atentados contra Adolf Hitler sólo ha sobrevivido en el imaginario popular el perpetrado en junio de 1944 en el marco de la operación Walkiria, el dictador nazi tuvo que hacer frente a numerosos intentos por acabar con su vida, y quizás uno de los que estuvo más cerca de cumplir su objetivo fue el cometido por Johann George Essler el 8 de noviembre de 1939.
Carpintero de profesión y simpatizante comunista, Essler eligió un lugar y una fecha emblemáticos para el nazismo para llevar a cabo su acción: la Bürgerbräukeller, la cervecería muniquesa en donde se había fundado el partido nazi, y lugar de celebración anual de dicho acontecimiento, en el que la presencia y discurso del ahora Führer de los alemanes constituiría el punto central del acto.
Essler planificó minuciosamente el atentado durante meses y se convirtió en un habitual de la Bürgerbräukeller, estudiando atentamente la disposición del edificio, mientras hacía acopio del material necesario para la fabricación del explosivo con el que pensaba realizar el magnicidio. Finalmente, el 6 de noviembre, instalaba su bomba en un receptáculo que metódica y cuidadosamente había ido preparando a tal fin en sus sucesivas visitas a la cervecería.
Hitler llegó a Múnich el día ocho, a pesar de las dudas de última hora sobre la celebración de la reunión, y se dirigió al encuentro de sus fieles, que lo esperaban en la Bürgerbräukeller, al igual que la bomba de Essler. Así, el 8 de noviembre, a las 21:20, el artefacto estallaba. La cervecería sufría cuantiosos daños, el número de heridos de diversa consideración era elevado y siete personas morían en el acto (y otra más con posterioridad). Pero Hitler no estaba entre los muertos o heridos. Un cambio de última hora en la agenda del Führer provocó un adelanto del mitin. Pero Essler no podía haberlo sabido, por lo que su bomba estalló tarde, cuando la cervecería ya estaba siendo desalojada.
Por trece minutos ―el acto había concluido las 21:07― Hitler se libró de la muerte, al igual que posiblemente parte de sus acompañantes: Göbbels, Rudolf Hess, Himmler y Heydrich, entre los más destacados.
Essler fue detenido, interrogado ―al igual que toda su familia―, torturado, encarcelado y posteriormente trasladado al campo de concentración de Dachau. Los intentos por relacionar su acción con los servicios secretos británicos o con el opositor nazi Otto Strasser fracasaron. En Dachau permaneció encarcelado, sin ser juzgado, como un preso de categoría especial. Al igual que otros internos de esa categoría, estuvo retenido, y gozó de ciertos privilegios en comparación con el resto de los reclusos, en espera de un supuesto juicio-espectáculo que debería celebrarse al fin de la guerra. Sin embargo, y ante el irreversible cariz que había tomado la contienda, fue finalmente ejecutado el 9 de abril de 1945.
Su intento de magnicidio y las circunstancias de su detención, falta de juicio e internamiento en Dachau han dado pábulo desde entonces a las más disparatadas y paranoicas teorías conspirativas que, al igual que las posibles consecuencias que hubiese tenido su acto de haber tenido éxito, quedan para la historia-ficción.
Fuente ABC

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